John Wesley, el fundador de la Iglesia Metodista, estableció 12 reglas para los ayudantes en sus varios ministerios. Esta lista puede ser una buena guía para muchos en nuestras iglesias hoy día.
- Sea diligente. Nunca deje pasar ni momento en que no esté ocupado en algo. Nunca pase tiempo ocupándose en cosas frívolas. Nunca «mate el tiempo». Nunca pase más tiempo en un lugar (o con una tarea) que sea estrictamente necesario.
- Sea serio. Que su lema sea: «Santidad al Señor». Evite la ligereza, las bromas y las habladas necias.
- Converse poco y con mucho cuidado con las mujeres; particularmente, con las jóvenes.
- No siga ni un paso hacia el matrimonio sin que primero consulte con sus hermanos en Cristo.
- No crea nada malo de nadie. Si usted no ha visto el hecho, tenga cuidado con cómo echa la culpa. Ponga la mejor interpretación que pueda sobre todo lo que pasa. Usted sabe que el juez siempre debe estar del lado del prisionero.
- No hable mal de nadie; porque si lo hace, su palabra carcomerá como gangrena. Guarde sus pensamientos en su propia mente hasta que pueda hablar con la persona involucrada.
- Dígales a todos lo que cree que está mal en ellos (lo que le ha ofendido a usted). Dígaselo claramente y lo más pronto que sea posible, porque si no lo hace así, la ofensa se pudrirá en su corazón. Apúrese para apagar el fuego en su seno.
- No haga acepción de los ricos. Usted no tiene más que ver con este tipo de persona que con la más humilde. Un predicador del evangelio es siervo de todos.
- No se avergüence de nada, salvo el pecado. No se avergüence de cortar leña, ni de recoger agua; ni de limpiar su propios zapatos, ni aun los de su prójimo.
- Sea puntual. Hágalo todo exactamente a la hora indicada. Y en general, no trate de mejorar nuestras Reglas, simplemente guárdelas; no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
- Usted no tiene nada que hacer sino salvar almas. Por tanto, gaste y gástese en esta obra. Y vaya siempre, no sólo a los que lo quieren, sino también a los que lo quieren más. Observación: No le concierne cuántas veces predica, ni el cuidado de tal o cual sociedad; sino salvar cuantas almas pueda; traer a cuantos pecadores que sea posible al arrepentimiento, y con todas sus fuerzas edificarlos en aquella santidad sin la cual no podrán ver al Señor. ¡Y recuerde! Un predicador metodista debe prestar atención a cada punto, grande y pequeño, en la discplina metodista. Por esto, necesitará usar todo el juicio que tiene y estar ojo avisor siempre.
- En todas las cosas compórtese, no según su propia voluntad, sino como un hijo del Evangelio. Como tal, debe ocuparse en la predicación y la vistación de casa a casa; en la lectura, la meditación (en la Escritura) y la oración. Sobre todo, si va a trabajar con nosotros en la viña del Señor, tiene que hacer aquella parte de la labor que nosotros le asignamos, a la hora que le decimos y en los lugar que creemos que serán para Su mayor gloria.